A principios de año, la promesa de las autoridades, tanto nacionales como provinciales, fue que la presencialidad volvería a ser la regla dentro del sistema educativo, que las clases virtuales o las tareas en el hogar se convertirían en una excepción en 2021.
El relevamiento fue realizado por el colectivo de Padres Organizados y si bien no es representativo refleja, no solo una presencialidad limitada, sino una disparidad marcada: quienes uno presume que más tiempo deberían pasar en la escuela -los chicos de bajos recursos- parecen ser los que menos tiempo lo hacen.
La brecha de presencia en las escuelas públicas y privadas es enorme. En la gestión estatal, solo el 7% de los padres informó que sus hijos asisten de lunes a viernes, mientras que esa respuesta alcanza al 45% en privada. La encuesta la respondieron mayoritariamente adultos tienen a sus hijos en la educación privada, por lo cual los resultados globales de presencialidad podrían ser incluso inferiores.
“Iniciamos este relevamiento porque no vemos interés de parte de las autoridades en generar información actualizada de la situación del regreso a clases presenciales. Sabemos que es una muestra imperfecta, pero creemos que sirve para evidenciar la gran disparidad imperante. Y que esa disparidad incrementa las desigualdades previas en el acceso a la educación”, dijo María José Navajas, cofundadora de la organización de padres, quien lamentó no haber puesto a punto los establecimientos durante el año de pandemia.
En todo el país, las clases iniciaron bajo un modelo híbrido, que alterna días de asistencia a la escuela y de tareas en el hogar. Dentro de ese esquema hay provincias como Formosa, Chaco, Neuquén, Santa Cruz o Santa Fe donde el trabajo en las aulas es muy escaso. Y mismo dentro de las jurisdicciones surgen diferencias: dependiendo de los espacios y la matrícula de las escuelas, hay alumnos que van todos los días al colegio aunque sea media jornada, mientras que hay otros que concurren diez días por mes o menos.
Cuando se mira al interior de los resultados, en inicial la mayor cantidad de horas de clase reportadas está entre 3 y 4, pero solo la mitad de los establecimientos asegura una asistencia diaria. A medida que se avanza de nivel, la presencialidad disminuye. En primaria, solo 3 de cada 10 escuelas ofrece lecciones en las aulas de lunes a viernes, mientras que en secundaria apenas el 26%.
La mayor cantidad de respuestas que pudieron recabar provienen de la provincia de Buenos Aires, CABA y Santa Fe. En la comparativa, CABA es la que brinda mayor presencialidad en los tres niveles, seguido por la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, donde las clases presenciales continúan siendo una excepción.
“Estamos ante un simulacro de vuelta a clase”, sentenció Guillermina Tiramonti, investigadora de FLACSO. “Los protocolos elaborados son los que legitiman esta puesta en escena que posiblemente baje la ansiedad de padres y alumnos, pero no alcanza para garantizar la escolarización de los alumnos. Espero que se renueve la discusión pública y podamos arribar a la construcción de posibilidades ciertas de escolarización”, agregó.
Los protocolos están en el centro del debate. Para el gobierno nacional, por el aumento sostenido de contagios, no hay margen para flexibilizar. En cambio, desde la Ciudad de Buenos Aires esbozaron una intención de eliminar el escalonamiento en los ingresos y de incluso revisar el distanciamiento en las aulas, pero por ahora sigue en análisis.
En las pautas que se aprobaron en todo el país, la distancia obligatoria dentro del aula es de 1,5 metros, lo cual es uno de los principales impedimentos para sumar tiempo de clases. No obstante, hace dos semanas, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos recomendaron acortar la distancia a 91 centímetros ya que demostraron que los salones de clase no eran focos de contagio.
De cara al mediano no está en los planes revisar los protocolos en el Consejo Federal de Educación. Incluso, si bien el propio ministro Nicolás Trotta descartó el cierre escolar, la llegada de la segunda ola de Covid-19 genera incertidumbre en las familias.
“El país no está pudiendo garantizar una presencialidad completa. Si lo pensamos en relación al año 2020, hay un avance, pero seguimos visualizando una falta: que los chicos deberían ir todos los días a la escuela y no están yendo”, analizó Gustavo Iaies, director del Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
El especialista puso el foco en un tema relegado en la agenda pública: los aprendizajes. El daño que pudo haber causado la suspensión en 2020 y la intermitencia vigente en 2021. “La segunda falta es justamente no tener una evaluación. No saber cuánto están aprendiendo, cuánto no y cómo. Tengo la sensación de que los padres tienen que presionar a las escuelas para que los chicos sigan trabajando y tengan resultados respecto de lo que están haciendo. En caso contrario, es mirar un sistema que todo el tiempo agranda sus faltas, pero no hace nada con ellas. La presencialidad que tenemos hay que transformarla en resultados de aprendizaje”, planteó.
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