Fragmentos de “Dolarizar, un camino hacia la estabilidad económica” (El Ateneo), el primer libro del magister en Finanzas y Políticas Públicas Alfredo Romano.
“Argentina necesita un cambio de paradigma”, dijo el Magister en Finanzas y Políticas Publicas Alfredo Romano, autor de “Dolarizar, un camino hacia la estabilidad económica” (El Ateneo) y presidente de Romano Group.
“Ecuador dolariza su economía unilateralmente, es decir, Estados Unidos no participa. Cuando me preguntan si los principales interesados en dolarizar nuestra economía son Estados Unidos o el Fondo Monetario, mi respuesta es un ‘no’ contundente. El Fondo y Estados Unidos no quieren que economías convulsionadas como la nuestra pongan en tela de juicio y riesgo el prestigio que se ha ganado el dólar en el mundo. Por ende, los principales contras de este programa serán ellos mismos”, detalló el autor del nuevo libro, prologado por Sergio Berensztein.
“La dolarización de la economía significa que no exista nunca más la posibilidad de emitir por parte del Banco Central. Por ende, la independencia de la política monetaria queda absolutamente protegida de los gobiernos de turno”, agregó el economista y autor, y enumeró los motivos por los cuales el país debería estudiar la aplicación de mecanismo:
– Permite bajar dramáticamente la inflación argentina en poco tiempo.
– Limita los canales de gastos de los gobiernos de turno.
– Es una política monetaria que permite definitivamente independizarla de los intereses de los gobiernos de turno, evitando la emisión monetaria descontrolada.
– Sin moneda no hay economía.
– Porque el régimen de bimonetarismo fracasó.
– Es la única política monetaria que nunca probamos en nuestra historia.
– La dolarización mejora la gobernabilidad en momentos de fragilidad institucional. Un ejemplo contundente es el Ecuador.
– El peso ya murió en la sociedad argentina.
La presentación del libro será el próximo miércoles 24 de noviembre a las 18:30 y de manera digital (inscripciones en @romanoal). Participarán Romano, Berensztein y también Augusto de la Torre, ex economista jefe del Banco Mundial y ex presidente del Banco Central de Ecuador.
Fragmentos de “Dolarizar, un camino hacia la estabilidad económica”
La historia y los datos duros nos demuestran que emitir y tomar decisiones expansivas en materia monetaria equivale a darle cianuro a un enfermo de cáncer: siempre salió mal porque emitiendo se espiralizó la inflación y generó mayor pobreza en el país. El mejor ejemplo corresponde a 2020, cuando Argentina tuvo que emitir descontroladamente para hacer frente a la pandemia, pero eso no suavizó el shock económico. La economía cayó 10% y en 2021 la inflación se proyecta en 50%. En síntesis, fuimos de las economías más golpeadas del planeta y nuestro Banco Central nada pudo hacer al respecto.
Por otro lado, hemos visto en reiteradas oportunidades los limitados efectos que tiene la herramienta de la tasa de interés para hacer política monetaria y están ligados a la poca profundidad que tienen el crédito, el sector financiero en la economía y la informalidad del país (50% del PBI). Es decir, utilizar la tasa de interés como canal de transmisión para hacer política monetaria es muy difícil y los resultados no suelen ser lo que nuestros banqueros centrales proyectan en sus planillas de Excel. Hemos visto un ejemplo también hace pocos años cuando en 2018 se redujo notablemente la masa monetaria para contener la inflación. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos monetarios, la suba del dólar fue la principal ancla para proyectar expectativas inflacionarias. Los resultados se conocen, ya que sin emitir durante 14 meses y llevando la masa monetaria a mínimos históricos respecto al PBI, la inflación de 2019 trepó al 53.8%.
Finalmente, las devaluaciones no solo no tienen los efectos previstos en la economía real de Argentina sino también en varios países de Latinoamérica (“On Dollarization”, Calvo, 1999). Al contrario, las devaluaciones en mercados emergentes han venido acompañadas de suba de tasa de interés y por ende una caída en la actividad, las exportaciones y el producto bruto interno. En el caso de Argentina, que históricamente ha contraído deuda en dólares en mercados internacionales para financiar déficits fiscales, las devaluaciones solo han generado mayor presión cambiaria, mayor inestabilidad económica, mayor volatilidad y salida de capitales e inversiones de manera sustancial. En 2001, luego de la megadevaluación, Argentina sufrió la mayor caída económica de su historia. En 2018 luego de una devaluación mayor al 100%, terminó con la caída del PBI y en 2019 volvió a enfrentar un default en los mercados internacionales.
Dolarizando el país, se cede en el control sobre la política cambiaria y Argentina necesita un peso competitivo para exportar.
¿Acaso Argentina tiene control real sobre el peso? En 2021 enfrentamos un megacepo cambiario y una brecha del 62% con otras cotizaciones paralelas del dólar. ¿Cuánto puede durar ese control del tipo de cambio por parte del Estado?
Respecto al tipo de cambio competitivo para exportar, los datos duros muestran que hace una década con un tipo de cambio en términos reales competitivo, Argentina solo sigue vendiendo menos al mundo. En diciembre de 2011 exportamos por más de 80 mil millones de dólares mientras que a diciembre de 2020 esa variable fue menor a 55 mil millones de dólares. Es decir, hemos perdido terreno notablemente en el aspecto comercial. A pesar de contar con una moneda nacional, Argentina solo ha perdido terreno en el comercio exterior. Si consideramos el período postconvertibilidad (2002 a 2015), las exportaciones a precios constantes avanzaron a un magro 0.5% promedio anual, no solo muy por debajo de Asia emergente (que avanzó al 9.7% anual), sino también por debajo del promedio de las economías emergentes (6.6%), del total mundial (4.7%) e incluso del promedio de América Latina y el Caribe tomados en su conjunto (3.7%) (IMF, CAC).
Exportar significa venderle soja al mundo y dolarizando destruimos ese mercado.
Constituye un error conceptual pensar que podemos seguir con el modelo agroindustrial de 1920 y no advertir que hoy los países han evolucionado con respecto a sus matrices productivas. Bienvenido sea exportar y potenciar el campo argentino, pero Argentina tiene la mayor cantidad de unicornios de Latinoamérica, compañías que no existían y en pocos años lograron valorizarse por más de 1.000 millones de dólares. Nuestro país tiene que pensar también en exportar conocimiento, valor agregado y servicios, y eso solo se logra con estabilidad cambiaria que brinde previsibilidad para invertir en el largo plazo. Hemos generado negocios que se exportan y son exitosos en el mundo. ¿Qué sucedería si contamos con un manto de estabilidad macroeconómica durante décadas?
Si hay dolarización, no se pueden atenuar los shocks externos.
¿Cuándo logramos atenuar un shock externo por política monetaria que no terminara en mayor pobreza e inflación? En 2018 hubo un resfrío internacional y los resultados económicos estuvieron a la vista. En 2020 sucedió lo mismo. Contando con una moneda nacional y con un Banco Central capaz de brindar herramientas para amortiguar o evitar crisis económicas, en los últimos 10 años hemos tenido 6 períodos recesivos, lo que resulta en una de las peores performances a nivel global. Argentina tiene una década de estanflación, es decir nulo crecimiento con altos índices inflacionarios (Datos: INDEC, Mecon). Entre 2011 y 2019, el PBI argentino cayó más del 2%. Si le agregamos el 2020, el deterioro llega a 11.9%.
Las diferencias de productividad entre Estados Unidos y Argentina hacen inviable pensar en dolarizar nuestra economía.
Hoy la productividad argentina es de las más bajas del mundo aunque tenemos un nivel de pobreza del 50% y un tipo de cambio real multilateral en máximos históricos. Es decir, estamos muy baratos respecto al mundo, pero venimos de crisis en crisis. A pesar de contar con el mejor tipo de cambio de la historia, en 2021 la economía argentina no podrá ni compensar el golpazo de la pandemia. La productividad no se resuelve devaluando sino realizando mejoras profundas en el frente impositivo y laboral que brinden un espacio fértil para potenciar la productividad en el país y salir de décadas improductivas. Nuestro país, a pesar de contar con un tipo de cambio flexible, no tiene las herramientas impositivas y laborales para fortalecer la competitividad económica.
Se pierden la soberanía y la identidad argentina dolarizando el país y entregándolo a los yanquis.
Ahora me pregunto, entonces Alemania, Italia, España, Portugal, Lituania, Estonia, Grecia, Francia, Holanda, República Checa, Irlanda, Portugal y el resto de los 19 países miembros que renunciaron a sus monedas locales ¿perdieron su soberanía? Algunos dirán que la gran diferencia radica en que estos países crearon una moneda nueva y no adoptaron una que es de otro país. Sin embargo, estos países perdieron su moneda nacional soberana y la nueva dinámica económica, institucional, comercial y de funcionamiento general de cada país se rige por una lógica que trasciende a uno de manera individual.
De esta manera, el funcionamiento de las instituciones comunes en la eurozona es un ejercicio de soberanía compartida, que ha contribuido a que las instituciones de todos los países miembro hayan desempeñado un papel esencial en el fortalecimiento del proceso de integración económica. Es este el punto central ya que todos estos países ahora dependen de una nueva entidad como lo es el Banco Central de Europa, que se rige por decisiones que no dependen de los intereses de un solo país sino que de varios. Si se analiza la performance de economías como la de España, podemos verificar, a partir de datos del Banco Mundial, que duplicó su producto bruto interno a 634 mil millones de dólares en 1999, cuando ingresó a la zona euro, y 1.393 mil millones de dólares en 2019, mientras que Italia y Francia prácticamente lo duplicaron desde que se instauró este nuevo régimen monetario.
A su vez, otra de las fortalezas que generó el desarrollo de la moneda única estuvo vinculada con la integración comercial de los países. “El modelo europeo de integración económica se ha convertido en una referencia inevitable para cualquier proyecto de integración. El compromiso político fuerte y sostenido, la construcción de un sistema jurídico e institucional supranacional y las políticas y acciones comunes tendientes a consolidar la integración económica constituyen tres componentes esenciales de ese modelo, que han configurado un «triángulo virtuoso» con capacidad de incidir positivamente sobre el desarrollo económico”, sostiene Rueda Junquera, profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de Burgos, Doctor en Economía por la Universidad de Londres y Magíster en Desarrollo Económico Latinoamericano por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe.