El actual plantel y los campeones de la Copa Libertadores 2015 y 2018, polistas, tenistas y automovilistas, acompañaron al futbolista en la despedida; “Hay cosas que superan los pensamientos y esto superó todo”, se emocionó ante un estadio repleto.
Reencuentros, abrazos y emoción en el vestuario. La despedida del capitán eterno, el futbolista más ganador de la historia de River, resultó una combinación de sensaciones y sentimientos que fueron recorriendo el cuerpo de Leonardo Ponzio, de los amigos y compañeros elegidos para ser parte de la fiesta inolvidable y de los hinchas, que desde temprano poblaron las tribunas del Monumental.
Una noche mágica para el León, el jugador que dejará un legado eterno, aunque jamás se marchará del club. Los 17 títulos, siete internacionales, elevan la altura futbolística, aunque al altar de ídolo se trepó por elección de los hinchas, que lo reconocen como un producto genuino de Núñez, aunque se formó y debutó en Newell’s.
“Quiero que todos disfruten. Yo disfruto, pero también se hace largo y en algún momento me empezaré a aflojar, porque voy a estar en un lugar que no soñé y que jamás volveré a vivir”, le señaló Ponzio a La Nacion, mientras ajustaba los detalles y cumplía con cuestiones protocolares, como tomarse fotos con los hinchas elegidos en un sorteo.
La preparación física también fue un eje particular: la recuperación de la cirugía por la rotura de los ligamentos cruzados de la rodilla derecha que sufrió en William Kemmis, su club en Las Rosas (Santa Fe), la hizo con los médicos de River; rutina de gimnasio que combinó con pádel y polo y un particular cuidado en la alimentación.
De repente, el Monumental queda a oscuras. Apenas lenguas de fuego se elevan al cielo desde la platea San Martín. Los celulares, preparados para grabar un momento que será eterno e inolvidable, iluminan como si se tratara de un recital y no de la despedida de un emblema del fútbol argentino, de una bandera de River.
El rugido de un león provoca un silencio y un haz de luz apunta a una figura que camina hacia la mitad del campo de juego. Ponzio, entre penumbras, empieza a palpitar su noche. Se toma la cabeza cuando se encienden las luces, un estadio colmado le regala una ovación, que no será una más: la de la despedida.
“Gracias por venir a compartir la noche conmigo. Gracias, ustedes me pusieron en este lugar y me dieron el valor que es lo mejor que a una persona le puede pasar: el valor humano. Fui adoptado por esta casa y nunca soñé con todo esto que me regalan. No sé qué decir, porque no tiene explicación: hay cosas que superan los pensamientos y esto superó todo”, el agradecimiento de quien como en la cancha, se expresó con humildad y alejado de los mensajes floridos.
La emoción lo envolvió y antes de quebrarse ensayó una caminata, desde la mitad de la cancha, rumbo a donde lo esperaron sus compañeros del actual plantel, los campeones de la Copa Libertadores 2015 y 2018 y los invitados. “Ole le, ola la, Ponzio es de River, de River no se va”, replican los simpatizantes.
“Vení, vení, cantá conmigo/ que un amigo vas a encontrar/ que de la mano, de Leo Ponzio/ todos las vueltas vamos a dar”, explotó el público, mientras los compañeros de aventura aplauden al León, al capitán eterno, que levantó los brazos y llevándose la mano al corazón retribuyó la nueva ovación.
La entrega de una camiseta simbólica, con el N°23 y el N°17 por los campeonatos, que entregan en conjunto el presidente Jorge Brito y el ex conductor Rodolfo D’Onofrio, los últimos compases antes que Norberto Beto Alonso dé el puntapié inicial.
Entre tantas figuras, los aplausos y la aclamación también envuelven a otros ilustres de la historia de River. “Tiene que vivir el momento, porque es un algo especial. Después de algunos días va a empezar a sentir la emoción que hoy vivimos todos y que compartimos. Viví la etapa de los 80 y los 90, conjugué dos generaciones de futbolistas y en la segunda viví algo inigualable como levantar la Copa Libertadores 1996. Él es un ídolo, un elegido, que se ganó ese lugar con el sacrificio, la personalidad y la enseñanza para los que vienen”, comentó Enzo Francescoli, el secretario técnico y quien le guarda un lugar en su espacio para que Ponzio siga ligado a River. La charla, la propuesta, será cuando termine el Mundial de Qatar. En el medio, el León brindará el 6 de octubre, a las 21, una charla en el teatro Ópera.
Hay fútbol, hay goles. Aplausos para las gambetas de Ortega, las apariciones de Cavenaghi, el Chori Domínguez, Nacho Fernández, Ignacio Scocco, Lucas Pratto… Marcelo Gallardo, sentado en el banco de suplentes, ríe ante una maravillosa definición de Francescoli. Hernán Díaz hace de sus reconocidas triquiñuelas y tirándose al piso se lleva la pelota con la mano… En el minuto 23 el juego se paraliza: banderas que cubren todo el anillo medio e inferior con la leyenda “capitán eterno”, el cartel led proyecta la imagen de Ponzio de espalda y el mensaje #Gracias23.
En el minuto 23 del segundo tiempo, Soledad Pastorutti y Paula, la hija de Ponzio, alimentaron la noche mágica: la cantante, con un tema que emocionó, y la niña, abrazando a su padre, entre lágrimas. El capítulo final se dividió entre un video familiar, con testimonios de sus padres y amigos y los fuegos de artificio que iluminaron el cielo, como en tantas jornadas el capitán lo hizo con su entrega. La vuelta olímpica y la ovación de los hinchas, mientras el resto de sus compañeros acompañaban como guardianes.
Pierde un mano a mano Ponzio con el arquero Julio Chiarini, pero tiene desquite en un penal que le cometen y lanza con un remate colocado, junto al poste izquierdo. Los goles se multiplican, el León se divierte, las estrellas brillan y el público aplaude una y otra vez. Llega el tiempo de los invitados de la vida, de las nuevas compañías: entonces saltan a la cancha los polistas Gonzalo, Nicolás y Facundo Pieres y Hilario Ulloa, el tenista David Nalbandian, el piloto Facundo Ardusso…
Boca era el destino de Ponzio, pero terminó en River y escribiendo páginas de gloria, siendo una pieza de colección del ciclo más ganador de los millonarios. El viaje de Madryn a Madrid, un recorrido que podría sintetizar lo que significó Ponzio para un club que se hundió en lo profundo de la oscuridad, pero que resurgió con fuerza infinita, la misma con la que el León empujaba a los de adentro y hacía vibrar al resto.
Lo mejor de una fiesta Monumental:
Los duelos internacionales con los xeneizes, la cinta de capitán, ser parte de la bandera que se despliega de la popular Sívori, en la que se reúnen Gallardo, Alonso, Ortega, Carrizo, Labruna, Francescoli y Ramón Díaz. Un líder que tiene descendientes en el plantel actual, ese que hasta hace unos días era su familia: Javier Pinola, Franco Armani y Enzo Pérez, que atajó, como en la Copa Libertadores, son los encargados de sostener en alto el testimonio del capitán eterno que una noche dijo adiós, aunque nunca se marchará de River.
A. C