Tras la gran apertura de Abel Pintos y Jairo del viernes, este sábado la grilla musical continuó con la presencia de Los Nocheros y Soledad Pastorutti.

 

A fines de la década de 1990, bajo el ganchero nombre de Folklore Joven, se ganaron un lugar estelar en la grilla de Jesús María Soledad Pastorutti y Los Nocheros.

Y tuvieron que pasar 25 años antes de que compartieran cartel durante la misma noche. Otro acierto de la organización de haberlos programado para la segunda noche festivalera.

Kike, Mario, y Álvaro Teruel con Rubén Eizaguirre subieron al escenario poco después de las 22 para un show a la altura de sus antecedentes.

Siguen siendo una conjunción precisa de voces, enmarcados por una poderosa banda de acompañamiento, más eléctrica que folklórica.

Puede que ya no generen entre sus fans los desbandes beatlescos del pasado, pero siguen generando un imán poderoso en el público.

No escatiman ni mezquinan nada arriba del escenario. Las luces y el acompañamiento multimedia dan cuenta de ese cuidado.

Y siguen despertando suspiros con esas canciones llenas de romanticismo.

Materia pendiente, Entre la tierra y el cielo, Amamos tanto, Cuando me dices que no, Canción del adiós, Roja boca, No saber de ti, y Señal de amor fueron la parte central del repertorio, antes de buscar la despedida con sus joyas folk.

Con La yapa, Vuela una lágrima, El humahuaqueño, Chacarera del rancho, y Te vas los de Salta coronaron otra actuación destacada en esta arena. Inobjetables.

MADRUGADA ESPECIAL:

Para la medianoche, la organización informaba cerca de 11 mil entradas vendidas y llegaba el turno en el escenario para Natalia Pastorutti en plan solista.

La de Arequito se despachó con un repertorio bien folklórico y una sólida banda de acompañamiento. Dos violas, bajo eléctrico, teclas, violín, y batería.

Nati presentó su espectáculo Folklore de patio, donde ensambló gatos, chacareras y zambas.

Difícil no encontrar en Natalia el timbre tan característico de las Pastorutti. Pero nunca renegó de ser la mejor compañera de su hermana y, de hecho, le agradeció por haberla ayudado a mantener su carrera artística.

Esta versión de Natalia está más cerca de los orígenes, cuando en su adolescencia se presentaba en dúo con su hermana y tenían un repertorio bien movido y folklórico.

Y un momento más tarde, otro momento mágico generó el crédito de Colonia Tirolesa, Francisco Benítez, el de La voz Argentina que tuvo su esperado estreno en Jesús María.

El año pasado había cantado como invitado de la Sole, pero ahora lo hacía en plan solista y para demostrar que su voz tiene ángel y trasmite emociones.

La gente lo despidió con genuino afecto y ovación.

¿POR QUÉ ES DISTINTO JESÚS MARÍA?

Está claro en Jesús María que, antes de la transmisión televisiva, se vive otro festival. Mucha gente ingresa alrededor de las 18 y se acomoda cerca de los palenques para disfrutar de la jineteada.

Por eso, en la segunda jornada no extrañó que el estadio luciese colmado en un 60% cuando la luz del sol todavía no se fugaba por el horizonte.

Se trata del público que disfruta de esa lucha desigual, la de un jinete que intenta aguantarle el corcovo o el abalanzo a un reservado que pesa entre 350 y 450 kilos.

Según la categoría, se trata de un intento de mantenerse arriba del animal por 8, 12 o 14 segundos, pero quienes lo han hecho aseguran que esos momentos parecen eternos. Así de adrenalínico aseguran que es.

Y es el momento también para que el Festival vaya probando números musicales, relatores de jineteada, payadores, muchos de los cuales llegaron en algún momento al “prime time”.

Agustín Fakelmann y su conjunto del norte de Santa Fe fueron una muestra cabal de ese espíritu.

Con una dosis gigante de chamamé logró entretener a ese público que a las 20.30 venía por otra cosa.

LA SOLE, EN LLAMAS Y SIEMPRE REINVENTÁNDOSE:

En platea, minutos antes de la hora del show de Soledad Pastorutti corría electricidad entre el público y los trabajadores de prensa. Ya circulaba la información de que el ingreso de la artista sería sorpresivo, lo que no disminuyó el asombro de verla aparecer atrás de la platea, en el límite contra el campo de doma colmado por sus fans, en una plataforma que se elevó y en ese movimiento la acercó a la gente, justo lo que la artista quería, según contó después en conferencia de prensa.

Con eso, todo dicho. La Sole, de rojo, prueba que es puro fuego, carisma, transparencia y trabajo, que siempre se reinventa pero que “Cante lo que cante, vista lo que vista, acá está la misma persona”.

¿Cuántos artistas llevan así un show? ¿Cuántos mueven esa masa de público como si le estuvieran cantando al oído a cada uno?

Luego de los primeros temas (Cantante, La Vieja, Tu marca, Sigo siendo yo), Cristian Bazán se acerca y le pide a Soledad que presente a nada más y nada menos que a Rony Vargas. Ambos se saludan afectuosamente y luego, comparten con el público un fragmento de una entrevista donde se escucha a la Sole niña mientras una foto retro de la cantora se proyecta en pantalla.

Rony cree que viene a homenajear a Soledad. Pero la cantante le tiene otra sorpresa: es ella quien lo va a homenajear a él y le entrega un poncho jesusmariense que preparó la Comisión Directiva del Festival, un poncho bordado con las iniciales del icónico periodista.

Pero Rony dice retruco y aparece otro poncho, uno igual pero bordado con las iniciales de la de Arequito. El poncho que va a revolear un rato después.

Con el trío de canciones La olvidada, Entre a mi pago y A don Ata, el público alcanza un punto máximo de energía del que no bajará. Piel Morena también los enloquece y se endulzan con Zamba para olvidar y Zamba para decir adiós.

Hay covers hermosos como la versión Sole de Tu cárcel y la Sole cumbiera que invoca a Gilda con Se me ha perdido un corazón. Y se va con Tren del cielo y Quiero todo.

Pero obvio tiene que volver para el bis y no es que hace uno, dos o tres temas. Hace prácticamente un show entero para el público que no la deja irse. Habla de tener una noche como hace mucho no había, “cálida”: “Total mañana nos despertamos a cualquier hora”.

La Sole recuerda también aquella Noche joven de hace 25 años en la que compartió escenario con Los nocheros y le cuenta al público cuan distinto era todo: “Hacíamos dos salidas: una primera para la televisión y después volvíamos”.

También rememora la locura de su show en el ‘98, en el que la marea de gente asistente obligó al Festival a cortar antes la jineteada y abrir el campo de doma para que entrara el público.

El bis empieza con Estrella fugaz. Pasan Mi credo, Tu marca (el que sacó con Los palmeras), La Gringa, chacareras con sonidos de rock y un trío de chamamés.

Quiere cerrar con un “folklorazo”, Digo La Telesita. Pero el último tema es su maravilloso Brindis. Una noche inolvidable.

A. C